Voy a contarte una historia, una historia de amor. En el siglo XVIII, las tuercas y los tornillos se fabricaban a mano. Era una tarea muy lenta y laboriosa, de manera que se hacían por separado. El que la rosca de una tuerca se acomodara a la de un tornillo, era cuestión de suerte más que otra cosa. Una vez fabricada una tuerca, había que probarla con todos los tornillos y, como puedes suponer, no era fácil. Las roscas no tenían ninguna precisión y se resistían a encajar la una con la otra. Había que intentarlo una y otra vez hasta dar con el tornillo que perteneciera a la tuerca y que formara su pareja para siempre.
«Amo tu cama rica». Emilio Martínez-Lázaro.