Hace 25 años…

Releía recientemente un libro titulado «Al día en una hora: Internet» publicado en 1995 al módico precio de 495 ptas. y me llamó la atención lo profético y la cantidad de intuiciones tan acertadas, aunque con una visión demasiado optimista, que contenía su último capítulo titulado «Nos vemos en el futuro» del que reproduzco un fragmento.

Es muy difícil poder predecir lo que ocurrirá en poco tiempo con Internet. Su evolución ha sido tan espectacular y su difusión en la sociedad tan explosiva.

Hay un hervidero de información en todo el mundo referente a Internet y las autopistas de la información, tanto en revistas, sean especializadas o no, como en periódicos, programas divulgativos, etcétera.

¿Obedece esto a intereses específicos?, ¿seguirá creciendo Internet como lo ha hecho hasta ahora, o será un sarampión que se pasará en breve?, ¿saturarán las nuevas herramientas el tráfico de los actuales «caminos vecinales» por los que discurre la información, o forzará la demanda la implantación de las verdaderas superautopistas de la información?, ¿servirá todo esto para potenciar un desarrollo personal, social y mundial más justo e igualitario o acrecentará aún más las desigualdades entre ricos y pobres?

En el aspecto técnico creo que la tendencia es a instalar medio de comunicación mucho más rápidos y fiables: los actuales están ya prácticamente colapsados. Cualquiera desde su hogar podrá, por poco dinero, tener su conexión directa a Internet, como actualmente tiene su línea telefónica. Aparecerán para ello cientos de empresas que ofrecerán este tipo de servicios.

En el terreno de las herramientas de navegación, evolucionarán las actuales y aparecerán otras nuevas que nos permitirán movernos por la información de una manera mucho más intuitiva y potente.

Quizás se desarrollen cascos estereoscópicos, similares a los que actualmente se utilizan en la realidad virtual, que con electrodos colocados en determinadas partes del cuerpo, nos permitirán realizar viajes alucinantes en mundos virtuales construidos ex-profeso para ello en cualquier lugar de la Red. El desarrollo de nuevas interfaces abrirá puertas desconocidas hasta ahora en la comunicación humana.

El desarrollo de nuevas herramientas de prospección, como los incipientes agentes de información, nos ayudará a encontrar lo que buscamos entre la inmensidad de la información que ya hoy tenemos, y que seguirá creciendo de manera explosiva.

Pero los cambios más importantes creo que ocurrirán a nivel de las personas y sus relaciones. Cuando este nuevo medio se integre e impregne todos los niveles de la sociedad irá produciendo cambios al igual que ha ocurrido con la electricidad, los medios de transporte, la televisión, el teléfono o el propio ordenador personal: pero creo que más rápidos y con mayores repercusiones.

En general habrá diferentes tipos de usuarios de la Red; desde el forofo que estará pegado al terminal todo el tiempo que le permitan su mujer, o su cuenta bancaria (son el equivalente a los coleccionistas compulsivos de las últimas versiones de los programas de ordenador) hasta el que no quiere saber nada de todo esto, pasando por los que lo usan en su trabajo o hacen un uso racional de los recursos que pone a su disposición la Red en su vida cotidiana.

El teletrabajo es una realidad para millones de personas en el mundo. El desarrollo de las autopistas de la información elevará esto hasta límites insospechados. Habrá muchas personas que trabajen para otros sin moverse de su casa, pero su oficina no estará al otro lado de la ciudad, sino en cualquier lugar del mundo.

La medicina sufrirá también cambios notables mejorando la calidad de la asistencia y la seguridad en el diagnóstico y el tratamiento. La Red permitirá el apoyo de los profesionales que realizan su trabajo en medios deprimidos o subdesarrollados.

La cooperación profesional a nivel mundial producirá frutos notables, estimulando y facilitando la formación permanente y continuada de todo tipo de profesionales.

Se abordarán proyectos (como el GENOMA) en los que podrán participar miles o millones de personas desde cualquier lugar del mundo, siendo conocidos sus avances casi de manera instantánea por todos los participantes.

La educación dispondrá de recursos repartidos por todo el mundo a disposición del que quiera utilizarlos. La teleeducación no será una excepción sino algo al alcance de todos y que cada vez se utilizará más. El apoyo en la educación de los pueblos en vías de desarrollo puede potenciarse de manera espectacular con este tipo de medios.

La desaparición de fronteras de la información cambiará la concepción de nuestras relaciones personales, de nuestra manera de vivir y de nuestra manera de pensar.

Estimulará a muchas personas a la comunicación y a la cooperación, mientras que quizás favorezca en otras el aislarse aún más del mundo que le rodea.

Las relaciones laborales también cambiarán, estableciéndose nuevas estructuras no basadas en la estricta jerarquía que existe actualmente.

Impulsará el comercio mundial, al conocer productos y servicios de cualquier lugar del mundo. Esto incrementará la utilización de los medios de transporte individuales, colectivos y de mercancías a larga distancia mientras que quizás reduzca los de cortas distancias.

Permitirá una participación más directa del ciudadano en el mundo de la política. Los sondeos podrán hacerse de una manera mucho más rápida y directa. Quizás podamos llegar a votar sin movernos desde casa.

Pero por otro lado es innegable que estas tecnologías traerán también nuevos peligros; la sombra del «Big Brother» estado se proyecto sobre Internet intentando controlar a los ciudadanos (del mundo). Además, ya han comenzado a percibirse, incluso en la prensa, los peligros que las redes pueden propiciar en cuanto a la seguridad y a la privacidad de la información, que puede ser «fisgoneada», alterada o destruida por desaprensivos introducidos en ellas.

Tampoco se le oculta a nadie el peligro que encierra el enorme poder de comunicación (y malinformación) de estos medios en manos del crimen organizado o de la delincuencia.

Probablemente aparecerán alteraciones patológicas del comportamiento humano como consecuencia de un uso irracional de estos recursos.

La cultura irá paulatinamente cambiando y haciéndose cada vez más homogénea (todo el mundo se parecerá más) y por otro lado cada vez más fragmentada (en cada lugar habrá más de otros lugares y culturas). Algunas culturas corren el peligro de desaparecer aplastadas por otras más poderosas.

En definitiva, parece que nos encontramos en el umbral de lo que algunos autores han denominado la cuarta revolución de la comunicación humana. Tras la primera, que fue la comunicación hablada, la segunda la escritura, la tercera la prensa, nos llega esta última: la comunicación mediada por el ordenador y las redes.

El mundo del mañana será cada vez más una «aldea global» como preconizaba MacLuhan o mejor un único organismo vivo Gaia según la teoría de Lovelock y Lawrence, pero en él, el papel de las redes es el de las conexiones neuronales de las células del cerebro.

Las grandes autopistas de la información permitirán la construcción de un neuromundo en el que los flujos de información a través de ellas constituirán el «pensamiento de la humanidad». Que ese «pensamiento» contribuya a la paz, la justicia y la felicidad del género humano y del resto de los habitantes que comparten nuestro habitat, o que sea una neurosis y un caos colectivo, depende de lo que todos y cada uno de nosotros, a nivel individual o colectivo, pueda, sepa o quiera aportar.

José María Vega Fernández y Rafael Pérez Muñoz.


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